lunes, 19 de octubre de 2009

Mariana Pineda


























































CANCIÓN:

¡Oh, qué día tan triste en Granada,
que a las piedras hacían llorar
al ver que Marianita se muere
en cadalso por no declarar!
MARIANA
Si toda la tarde fuera / como un gran pájaro, ¡cuántas
duras flechas lanzaría / para cerrarle las alas!
Hora redonda y oscura / que me pesa en las pestañas.
Dolor de viejo lucero / detenido en mi garganta.
Ya debieran la estrellas / asomarse a mi ventana
y abrirse lento los pasos / por la calle solitaria.
¡Con qué trabajo tan grande / deja la luz a Granada!
Se enreda entre los cipreses / o se esconde bajo el agua.
¡Y esta noche que no llega!.../ ¡Noche temida y soñada;
que me hiere ya de lejos / con larguísimas espadas!
Y me quedo sola mientras / que, bajo la acacia en flor
del jardín, mi muerte acecha.
¡Ay, Pedro! ¡Fernando!
¿Y Pedro? ¿Dónde está Pedro?
¡Todos deben saber, pero ninguno sabe!
Entonces, ¿Cuándo viene a salvar mi vida?
¿Cuándo viene a morir, si la muerte me acecha?
¿Vendrá? Dime, Fernando. ¡Aún es hora!... No vendrá...
¿Por qué me lo dijiste? Yo bien que lo sabía;
pero nunca lo quise decir a mi esperanza.
Ahora ya no me importa. Mi esperanza lo ha oído
y se ha muerto mirando los ojos de mi Pedro.
Yo bordé la bandera por él. Yo he conspirado
para vivir y amar su pensamiento propio.
Más que a mis hijos y a mi misma lo quise.
¿Amas la libertad mas que a tu Maranita?
¡Pues yo seré la misma libertad que tú adoras!
No puedo delatarlo...
¡No quiero que mis hijos me desprecien! ¡Mis hijos
tendrán un nombre claro como la luna llena!
¡Mis hijos llevarán resplandor en el rostro,
que no podrán borrar los años ni los aires!
Si delato, por todas las calles de Granada
este nombre sería pronunciado con miedo.
¿Qué es amor, Fernando? ¡Yo no sé que es amor!
¡A tí debí quererte como a nadie en el mundo,
si el corazón no fuera nuestro gran enemigo!
Corazón, ¿por qué mandas en mí si yo no quiero?
¡Ya estoy muerta, Fernando! Tus palabras me llegan
a través del gran río del mundo que abandono.
Ya soy como la estrella sobre el agua profunda,
última débil brisa que se pierde en los álamos.
¡Vete, Fernando! ¡Quié eres tú? ¡Ya no conozco a nadie!
¡Voy a dormir tranquila! ¡Vete!
¡Morir! ¡Qué largo sueño sin ensueños ni sombras!
Pedro, quiero morir por lo que tú no mueres,
por el puro ideal que iluminó tus ojos:
¡¡¡Libertad!!! Porque nunca se cabe tu alta lumbre
me ofrezco toda entera. ¡¡¡Arriba, corazón!!!
¡Pedro, mira tu amor a lo que me ha llevado!
Me querrás, muerta, tanto, que no podrás vivir.
Pero ya no te quiero porque soy una sombra.
Ya vienen a buscarme. Como un grano de arena
siento al mundo en los dedos. ¡Muerte! Pero, ¿qué es muerte?
¡Corazón, no me dejes! ¡Silencio! Con un ala,
¿dónde vas? es preciso que tú también descanses.
Nos espera una larga locura de luceros
que hay detrás de la muerte. ¡Corazón, no desmayes!
¡Les doy mi corazón! ¡Denme un ramo de flores!
En mis últimas horas yo quiero engalanarme.
Quiero sentir la dura caricia de mi anillo
y prenderme en el pelo mi mantilla de encaje.
Amas la libertad por encima de todo,
pero yo soy la misma libertad. Doy mi sangre,
que es tu sangre y la sangre de todas las criaturas.
¡No se podrá comprar el corazón de nadie!
Ahora sé lo que dicen el ruiseñor y el árbol.
El hombre es un cautivo y no puede liberarse.
¡Libertad de lo alto! Libertad verdadera,
enciende para mí tus estrellas distantes.
¡Adiós! ¡Sequen el llanto!
¡Yo soy la libertad porque el amor lo quiso!
¡Pedro! La libertad por la cual me dejaste.
¡Yo soy la libertad, herida por los hombres!
¡Amor, amor, amor y eternas soledades!

No hay comentarios:

Publicar un comentario