sábado, 31 de octubre de 2009

se cierra el círculo

Amor, amor
que está herido.
Herido de amor huido;
herido,
muerto de amor.
Decid a todos que ha sido
el ruiseñor.
Bisturí de cuatro filos,
garganta rota y olvido.
Tómame la mano, amor,
que vengo muy mal herido,
herido de amor huido,
¡herido!,
¡muerto de amor!

Amor que está herido / Don Perlimplín

viernes, 30 de octubre de 2009

Alma ausente

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.

No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.

No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas,
uva de nieblas y montes agrupados,

pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,

como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.

la maduréz insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.

La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
Tardará mucho en nacer, si es que nace,
un andalúz tan claro, tan rico de aventura.

Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.

próxima función: 31 de octubre/09


Sábado, 21hs
en el
Luisa Vehil

miércoles, 28 de octubre de 2009

Hoy función especial, 20 hs.


En el
Luisa Vehil











CUERPO PRESENTE

No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete, Ignacio: no sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!

lunes, 26 de octubre de 2009

El llanto por Ignacio Sánchez Mejía

CANCIÓN
Anoche estaba la luna, / apoyada en la laguna
esperando ver llegar / al maletilla valiente
que de ella está pendiente / porque quiere torear.
¡Ay, luna, lunita buena! / le está diciendo el chaval,
¡Ay, lunita, no te muevas / que esta noche mi faena
te la quiero yo brindar!
¡Ay, luna, lunita buena! / Tú que em ves torear,
háblale a los granaderos, / háblale de este torero,
con deseos de triunfar.

POEMAS: LA COGIDA Y LA MUERTE - LA SANGRE DERRAMADA.
A las cinco de la tarde./ Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana / a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida / a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte / a las cinco de la tarde.
.
¡Que no quiero verla!
Dile a la luna que venga, / que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.
¡Que no quiero verla!
La luna de par en par. / Caballos de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño / con sauces en las barreras.
¡Que no quiero verla!
Que mi recuerdo se quema. / ¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!
¡Que no quiero verla!
.
El viento se llevó los algodones / a las cinco de la tarde
Y el óxido sembró cristal y níquel / a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo / a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada / a las cinco de la tarde.
.
La vaca del viejo mundo / pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres / derramadas en la arena,
y los toros de Guisando / casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos / hartos de piasr la tierra
No. / ¡que no quiero verla!
.
Comenzaron los sones de bordón / a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo / a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio / a las cinco de la tarde.
¡Y el toro sólo corazón arriba! / a las cinco de la tarde.
Por las gradas sube Ignacio / con toda su sangre a cuestas.
Buscaba el amanecer, / y el amanecer no era.
Buscaba su perfil seguro, / y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo / y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea! / No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza; / ese chorro que ilumina
a los tendidos y se vuelca / sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.
¡Quién me grita que me asome! / ¡No me digáis que la vea!
.
Cuando el sudor de nieve fue llagando / a las cinco de la tarde.
Cuando la plaza se cubrió de/ a las cinco de la tarde.
Cuando la muerte puso huevos en la herida / a las cinco de la tarde.
a las cinco de la tarde. / A las cinco en punto de la tarde.
.
no se cerraron sus ojos / cuando vió los cuernos cerca,
pero la madres terribles / levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías, / hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes, / mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla / que comparárse le pueda,
ni espada como su espada, / ni corazón tan de veras.
Como un río de leones / su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol / su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza / le doraba la cabeza
donde ru risa era un nardo / de sal y de inteligencia.
.
Un ataud con ruedas es la cama / a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído / a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente / a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía / a las cinco de la tarde.
.
¡Qué gran torero en la plaza! / ¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas! / ¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío! / ¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas / banderillas de tiniebla!
.
A lo lejos ya viene la gangrena / a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por sus verdes ingles / a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles / a las cinco de la tarde.
Y el gentío rompía las ventanas / a las cinco de la tarde.
¡Ay, que terribles cinco de la tarde! / ¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
.
Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierva
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando;
cantando pos marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una oscura, larga, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh, blanco muro de España!
¿Oh, negro toro de pena!
¡Oh, sangre dura de Ignacio!
¡Oh, ruiseñor de sus venas!
No. ¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
que no hay escarcha de luz que la enfríe,
que no hay canto ni diluvios de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No. ¡¡¡YO NO QUIERO VERLA!!!.

sábado, 24 de octubre de 2009

Juan Mira



Juan Mira haciendo vibrar cuerpo, alma y espacio con su música.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Romancero gitano: Romance sonámbulo y muerte de Antoñito el Camborio

Verde que te quiero verde / Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar / y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura / ella sueña en la baranda,
verde carne, verde pelo, / con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde. / Bajo la luna gitana,
las cosas la estan mirando / y ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde. / Grandes estrellas de escarcha
vienen con el pez de sombra / que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento / con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño, / eriza sus pitas agrias.
pero, ¿quién vendrá? ¿Y dónde?
Ella sigue en su baranda, / verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
---------------------------------------------------------
Voces de muerte sonaron / cerca del Guadalquivir.
Voces antiguas que cercan / voz de clavel varonil.
Le clavó sobre las botas / mordiscos de jabalí.
En la lucha daba saltos / jabonados de delfín.
Bañó con sangre enemiga / su corbata carmesí
pero eran cuatro puñales / y tuvo que sucumbir.
Cuando la estrellas clavan / rejones al agua gris,
cuando los erales sueñan / verónicas de alhelí,
voces de muerte sonaron / cerca del Guadalquivir.

- Antonio Torres heredia, / Camborio de dura crin,
moreno de verde luna, / voz de clavel varonil:
¿quién te ha quitado la vida / cerca del Guadalquivir?
- Mis cuatro primos Heredias / hijos de Benamejí.
lo que en otros no envidiaban, / ya lo envidiaban en mí.
Zapatos color Corinto / medallones de marfil,
y este cutis amasado / con aceituna y jazmín.
- ¡Ay, Antoñito el Camborio, / digno de una emperatríz!
Acuerdate de la Virgen / porque te vas a morir.
- ¡Ay, Federico García, / llama a la guardia civil!
Ya mi talle se ha quebrado / como caña de maíz.
--------------------------------------------------------
Verde que te quiero verde, / verde viento, verdes ramas.
Temblaban en los tejados / farolillos de ojalata.
Mil panderos de cristal / herían la madrugada.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto / de hiel, de menta y de albahaca.

- Compadre, quiero cambiar / mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo, / mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando/ desde los puertos de Cabra.
- Si yo pudiera, mocito, / este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo. / Ni mi casa es ya mi casa.
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Tres golpes de sangre tuvo / y se murió de perfil.
Viva moneda que nunca / se volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone / su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado / encendieron un candil.
Y cuando los cuatro primos / llegan a Menamejí,
voces de muerte cesaron / cerca del Guadalquivir.
-------------------------------------------------------
Verde que te quiero verde. / Verde viento. Verdes ramas.
La noche se puso íntima / como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos / a la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde. / verde viento. Verde ramas.
El barco sobre la mar. / Y el caballo en la montaña.

próximas funciones: 21 y 24 de octubre/09


Funciones:
Hoy, especial, a las 20hs.
y
Sábado 24 a las 21 hs.

en el Luisa Vehil

lunes, 19 de octubre de 2009

Mariana Pineda


























































CANCIÓN:

¡Oh, qué día tan triste en Granada,
que a las piedras hacían llorar
al ver que Marianita se muere
en cadalso por no declarar!
MARIANA
Si toda la tarde fuera / como un gran pájaro, ¡cuántas
duras flechas lanzaría / para cerrarle las alas!
Hora redonda y oscura / que me pesa en las pestañas.
Dolor de viejo lucero / detenido en mi garganta.
Ya debieran la estrellas / asomarse a mi ventana
y abrirse lento los pasos / por la calle solitaria.
¡Con qué trabajo tan grande / deja la luz a Granada!
Se enreda entre los cipreses / o se esconde bajo el agua.
¡Y esta noche que no llega!.../ ¡Noche temida y soñada;
que me hiere ya de lejos / con larguísimas espadas!
Y me quedo sola mientras / que, bajo la acacia en flor
del jardín, mi muerte acecha.
¡Ay, Pedro! ¡Fernando!
¿Y Pedro? ¿Dónde está Pedro?
¡Todos deben saber, pero ninguno sabe!
Entonces, ¿Cuándo viene a salvar mi vida?
¿Cuándo viene a morir, si la muerte me acecha?
¿Vendrá? Dime, Fernando. ¡Aún es hora!... No vendrá...
¿Por qué me lo dijiste? Yo bien que lo sabía;
pero nunca lo quise decir a mi esperanza.
Ahora ya no me importa. Mi esperanza lo ha oído
y se ha muerto mirando los ojos de mi Pedro.
Yo bordé la bandera por él. Yo he conspirado
para vivir y amar su pensamiento propio.
Más que a mis hijos y a mi misma lo quise.
¿Amas la libertad mas que a tu Maranita?
¡Pues yo seré la misma libertad que tú adoras!
No puedo delatarlo...
¡No quiero que mis hijos me desprecien! ¡Mis hijos
tendrán un nombre claro como la luna llena!
¡Mis hijos llevarán resplandor en el rostro,
que no podrán borrar los años ni los aires!
Si delato, por todas las calles de Granada
este nombre sería pronunciado con miedo.
¿Qué es amor, Fernando? ¡Yo no sé que es amor!
¡A tí debí quererte como a nadie en el mundo,
si el corazón no fuera nuestro gran enemigo!
Corazón, ¿por qué mandas en mí si yo no quiero?
¡Ya estoy muerta, Fernando! Tus palabras me llegan
a través del gran río del mundo que abandono.
Ya soy como la estrella sobre el agua profunda,
última débil brisa que se pierde en los álamos.
¡Vete, Fernando! ¡Quié eres tú? ¡Ya no conozco a nadie!
¡Voy a dormir tranquila! ¡Vete!
¡Morir! ¡Qué largo sueño sin ensueños ni sombras!
Pedro, quiero morir por lo que tú no mueres,
por el puro ideal que iluminó tus ojos:
¡¡¡Libertad!!! Porque nunca se cabe tu alta lumbre
me ofrezco toda entera. ¡¡¡Arriba, corazón!!!
¡Pedro, mira tu amor a lo que me ha llevado!
Me querrás, muerta, tanto, que no podrás vivir.
Pero ya no te quiero porque soy una sombra.
Ya vienen a buscarme. Como un grano de arena
siento al mundo en los dedos. ¡Muerte! Pero, ¿qué es muerte?
¡Corazón, no me dejes! ¡Silencio! Con un ala,
¿dónde vas? es preciso que tú también descanses.
Nos espera una larga locura de luceros
que hay detrás de la muerte. ¡Corazón, no desmayes!
¡Les doy mi corazón! ¡Denme un ramo de flores!
En mis últimas horas yo quiero engalanarme.
Quiero sentir la dura caricia de mi anillo
y prenderme en el pelo mi mantilla de encaje.
Amas la libertad por encima de todo,
pero yo soy la misma libertad. Doy mi sangre,
que es tu sangre y la sangre de todas las criaturas.
¡No se podrá comprar el corazón de nadie!
Ahora sé lo que dicen el ruiseñor y el árbol.
El hombre es un cautivo y no puede liberarse.
¡Libertad de lo alto! Libertad verdadera,
enciende para mí tus estrellas distantes.
¡Adiós! ¡Sequen el llanto!
¡Yo soy la libertad porque el amor lo quiso!
¡Pedro! La libertad por la cual me dejaste.
¡Yo soy la libertad, herida por los hombres!
¡Amor, amor, amor y eternas soledades!

domingo, 18 de octubre de 2009

Pyr Zenergam




















Nuestro querido y muy querible Pyr.

miércoles, 14 de octubre de 2009

próxima función: 17 de octubre/09


Sabado, 21hs.
Teatro Luisa Vehil
Hipólito Yrigoyen 3133, CABA

martes, 13 de octubre de 2009

Romance de la talabartera /La zapatera prodigiosa.
























¡Ay, que limón, limón / de la limonera!
¡Qué apetitosa talabartera!
En un cortijo de Córdoba / entre jarales y adelfas,
vivía un talabartero / con una talabartera.
Ella era muy arisca, / él hombre de gran paciencia,
ella giraba en los veinte / él pasaba de cuarenta.
¡Santo Dios, cómo reñían! / Miren ustedes la fiera,
burlando al débil marido / con los ojos y la lengua.
Cabellos de emperadora / tiene la talabartera,
y una carne como el agua / cristalina de Lucena.
Cuando movía sus faldas / en tiempo de primavera
olía toda su ropa / a limón y yerbabuena.
¡Ay, que limón, limón / de la limonera!
Qué apetitosa / talabartera!
Ved como la cortejeaban / mocitos de gran presencia
en caballos relucientes / llenos de borlas de seda.
Gente cabal y garbosa / que pasaba por la puerta
haciendo brillar, alegre / las onzas de sus cadenas.
La conversación a todos / daba la talabartera
y ellos caracoleaban / sus jacas sobre las piedras.
Miradla hablando con uno / bien peinada y bien compuesta,
mientras el pobre marido / clava en el cuero / la lezna.
¡Ay, qué limón, limón / de la limonera!
¡qué apetitosa / talabartera!
Un lunes por la mañana / a eso de las once y media,
cuando el sol deja sin sombra / los juncos y madreselvas,
y van cayendo las verdes / hojas de las madroñeras,
regaba sus alhelíes / la arisca talabartera.
Llegó su amigo trotando / una jaca cordobesa
y le dijo entre suspiros:
Niña, si tu lo quisieras, / cenaríamos mañana
los dos solos / en tu mesa.
¿Y qué harás de mi marido? / Tu marido no se entera.
¿Qué piensas hacer? / Matarlo.
Es ágil. Quizás no puedas. / ¿Tienes revolver? ¡Mejor!
¡Tengo navaja barbera! / ¿Corta mucho? Mas que el frío.
Y no tiene ni una mella. /¿No has mentido? Le daré
diez puñaladas certeras / en esta disposición,
que me parece estupenda: / cuatro en la región lumbar,
una en la tetilla izquierda, / otra en semejante sitio
y dos en cada cadera. / ¿Lo matarás enseguida?
Esta noche cuando vuelva / con el cuero y con las crines
por la curva de la acequia.
Esposo viejo y decente / casado con joven tierna,
qué tunante caballista / roba tu amor en la puerta.
¡Ay, qué limón, limón / de la limonera!
¡Qué apetitosa / talabartera!

domingo, 11 de octubre de 2009

viernes, 9 de octubre de 2009

próxima función: 10 de octubre/09





Sábado, 21hs.
Teatro Luisa Vehil
Hipólito Yrigoyen 3133/CABA

miércoles, 7 de octubre de 2009

lunes, 5 de octubre de 2009

Doña Rosita la soltera






















En una cálida tarde de verano, en Granada, sucede esta despedida:
ROSITA
¿Porqué tus ojos traidores/ con los míos se fundieron?
¿Porqué tus manos tejieron/ sobre mi cabeza flores?
¡Qué luto de ruiseñores/ dejas a mi juventud,
pues, siendo norte y salud/ tu figura y tu presencia,
rompes con tu cruel ausencia/ las cuerdas de mi laud!
PRIMO
¡Ay, prima, tesoro mío!/ ruiseñor en la nevada,
deja tu boca cerrada/ al imaginario frío;
No es de hielo mi desvío,/ que aunque atraviese el mar,
el agua me ha de prestar/ nardos de espuma y sociego
para contener mi fuego/ cuando me vaya a quemar.
ROSITA
Una noche adormilada/ en mi balcon de jazmines,
vi bajar dos querubines/ a una rosa enamorada;
ella se puso encarnada/ siendo blanco su color;
pero, como tierna flor,/ sus pétalos encendidos
se fueron cayendo heridos/ por el beso del amor.
Así yo, primo inocente,/ en mi jardín de arrayanes
daba al aire mis afanes/ y mi blancura a la fuente.
Tierna gacela imprudente/ alcé los ojos, te vi
y en mi corazón sentí/ agujas estremecidas
que me estan abriendo heridas/ rojas como el alhelí.
PRIMA
he de volver, prima mía,/ para llevarte a mi lado
en barco de oro cuajado/ con las velas de alegría;
luz y sombra, noche y día/ sólo pensaré en quererte.
ROSITA
Pero el veneno que vierte/ amor, sobre el alma sola,
tejerá con viento y ola/ el vestido de mi muerte.
PRIMO
Cuando mi caballo lento/ coma tallos con rocío,
cuando la niebla del río/ empañe el muro del viento,
cuando el verano violento/ ponga el llano carmesí
y la escarcha deje en mí/ alfileres de lucero,
te digo, porque te quiero/ que me moriré por tí.
ROSITA
Yo ansío verte llegar/ una tarde por Granada
con toda la luz salada/ por la nostalgia del mar;
amarillo limonar,/ jazminero desangrado,
en las piedras enredado/ impedirán tu camino,
y nardos en remolino/ pondrán loco mi tejado.
¿Volverás?
PRIMO
Sí. ¡Volveré!
ROSITA
¿Qué paloma iluminada/ me anunciará tu llegada?
PRIMO
El palomo de mi fe.
ROSITA
Mira que yo bordaré/ sábanas para los dos.
PRIMO
Por los diamantes de Dios/ y el clavel de su costado,
juro que vendré a tu lado.
ROSITA
¡Adiós, primo!
PRIMO
¡Prima, adiós!
.......................
ZORONGO
Las manos de mi cariño/ te stan bordando una capa
con agremán de alhelíes/ y con esclavina de agua.
Cuando fuiste novio mío,/ por la primavera blanca,
los cascos de tu caballo/ cuatro sollozos de plata.
La luna es un pozo chico,/ las flores no valen nada,
lo que valen son tus brazos/ cuando de noche me abrazan. (Bis)
......................
ROSITA (veinte años después)
Me he acostumbrado a vivir muchos años fuera de mí, pensando en cosas que estaban muy lejos, y ahora que esas cosas ya no existen sigo dando vueltas y mas vueltas por un sitio frío, buscando una salida que no he de encontrar nunca.Yo lo sabía todo. Sabía que se había casado, ya se encargó un alma caritativa de decírmelo, y he estado recibiendo sus cartas con una ilusión llena de sollozos que aún a mí misma me asombraba. Si la gente no hubiera hablado; si ustedes no lo hubieran sabido, si no lo hubiera sabido nadie mas que yo, sus cartas y su mentira hubieran alimentado mi ilusión como el primer año de su ausencia. pero lo sabían todos y yo me encontraba señalada por un dedo que hacía ridícula mi modestia de prometida y daba un aire grotesco a mi abanico de soltera. Cada año que pasaba era como una prenda íntima que arrancaran de mi cuerpo. Y hoy se casa una amiga y otra y otra y mañana tiene un hijo y crece y viene a enseñarme sus notas de exámen y hacen casas nuevas y canciones nuevas y yo, igual, con el mismo temblor, igual; yo, lo mismo que antes, cortando el mismo clavel, viendo las misma nubes; y un día bajo al paseo y me doy cuenta de que no conozco a nadie; muchachas y muchachos me dejan atrás porque me canso, y uno dice. "Ahí está la solterona", y otro, hermoso, con la cabeza rizada, que comenta: "A ésa ya no hay quien le clave el diente". Y yo lo oigo y no puedo gritar, sino vamos adelante, con la boca llena de veneno y con unas ganas enormes de huir, de quitarme los zapatos, de descansar y no moverme más, nunca, de mi rincón. Ya soy vieja. Ya perdí la esperanza de casarme con quien quise con toda mi sangre, con quien quise y...con quien quiero. Soy como soy y no me puedo cambiar. Ahora lo único que me queda es mi dignidad. Lo que tengo por dentro lo guardo para mí sola... Todo está acabado...y, sin embargo, con toda la ilusión perdida, me acuesto y me levanto con el mas terrible de los sentimientos, que es el sentimiento de tener la esperanza muerta. Quiero huir, quiero no ver, quiero quedarme serena, vacía...(¿es que no tiene derecho una pobre mujer a respirar con libertad?) Y, sin embargo, la esperanza me persigue, me ronda, me muerde; como un lobo moribundo que apretase sus dientes por última vez. Yo se que los ojos los tendré siempre jóvenes y sé que la espalda se me irá curvando cada día. Después de todo, lo que me ha pasado a mí le ha pasado a mil mujeres.